"Digo Memorias" de la artista Susana Goldstein

 

Habito el lugar exacto bisagra entre seis generaciones – hija y nieta de inmigrantes, madre y abuela de migrantes.

Mi bisabuela materna, cuya partida de casamiento conservo, vivía en el campo en Alemania. Tenía las mismas iniciales que yo, y heredé las servilletas de lienzo bordadas de su ajuar con sus-mis iniciales, dobladas, atadas y a estrenar.

Mi abuela materna conoció a mi abuelo durante la 1ª Guerra Mundial, él estaba en el frente peleando por Alemania. Cuando volvió se casaron. 15 años después tuvieron que huir de la Alemania que mi abuelo defendió porque eran enemigos: eran judíos.

Mi abuelo viajaba a Italia y Francia representando una fábrica de caviar. Vio a Hitler y Mussolini en sus procesos fascistas, y decidió que había que irse. Nadie le creyó, lo llamaban ¨ el loco Nathan ¨.

Vinieron con su hija, mi madre, a Uruguay en el 36. Podían haber ido a EEUU, pero mi abuelo sostuvo que un país que discrimina a los negros no es democracia, y en Montevideo desembarcaron.

Además de desconocer el idioma, venían de Berlin, otro mundo. Pusieron una fábrica de bombones finos, pero los que entonces podían comprar esos lujos sólo querían importados….se fundieron. Luego mi abuelo vio que el pescado era barato y abundante, puso fábrica de pescado ahumado, una exquisitez que nadie conocía ni consumía….se fundió. Finalmente pusieron un almacén-lechería, vendieron fiado y ….se fundieron.

Mi madre, una chiquilina de 14 años, cursó Corte y Confección en UTU, consiguió trabajo y durante muchos años mantuvo a la familia. Con los restos de telas que se ingeniaba para ahorrar, me cosía las ropas de niña y más tarde a sus nietos, o sea a mis hijos,

Mi abuelo paterno quedó en Europa: mandó a su mujer y a sus hijos a América, y sin tiempo para resolver sus asuntos murió en manos nazis. Allá tenía una zapatería. Mi tíos trajeron las máquinas e instalaron en Montevideo el taller de compostura de calzado más moderno de su época, atendían personalidades importantes en Zapatería Express, Soriano y Río Negro, pero nunca se hicieron ricos.

Mi papá, muy talentoso, siempre fue empleado de tienda. Hombre orquesta que hacía de todo, desde la contabilidad hasta la decoración de vidrieras. Bien explotado y mal pago. Hace bien poco di con su pasaporte europeo original, es verde, y dice APATRIDA, porque venía de la frontera en eterno litigio entre Polonia y Alemania. Me hablaba de Rosa Luxemburgo y Marie Curie, sus modelos para su única hija.

Mi tío vivía en una casa con una pequeña quinta en Sayago. Era lejos entonces. Algunos domingos íbamos todos los tíos, cuñadas, primos y primas por el día. Cuando no había mucho, mi tío salía de madrugada a cazar palomas que luego mi tía transformaba en un rico guiso. Eramos muchos. Aprendí jeringoso, nos trepábamos a bajar higos de la higuera, había huevos frescos del gallinero y saludábamos a la mona Ramona que tenía una jaula con living y dormitorio.

Mi abuela paterna, madre de siete hijos, vivía en Andes 1231 ap 3 casi Soriano. Los dos primeros pisos tenían amplios zaguanes de mármol damero blanco y negro. Luego había un portoncito y una escaleera de madera que crujía al pisar, y arriba mi abuela. Siempre estuve convencida de que en esa casa Reyes mató a Delmira, nunca vi vecinos allí.
Mi abuela hacía el gefillte fish perfecto: una gran corvina negra que vaciaba sin romper la piel, hacía el relleno sin espinas y muy sabroso, y volvía a armar aquel bicho que ocupaba la mitad de la larga mesa. Cuando ya estaba vieja no usaba la cocina: tenía un Primus sobre la máquina de coser , la Singer a pedal que yo uso hasta hoy.

Mi abuela materna criada en el campo venía de un hogar muy culto. Sabía francés, y a los 16 años se fue sóla a la ciudad contratada como secretaria de un buffet de abogados lo que, recién despuntado el siglo XX, era sin dudas extraordinario. Ella, Oma, me crió mientras mi madre trabajaba, y fue mi apoyo y guía. Nunca quiso aprender español y salía muy poco. Sus recetas de cocina fueron las mías y pasaron también a mi hija, sobre todo la torta Wienerkranz que marca todos nuestros cumpleaños.

Me casé con un médico de origen lituano, tuvimos dos hijos. Otros abuelos y otras costumbres, el idish y su casa en La Teja. Compartimos estudios, hospitales y trabajo comunitario. Nos divorciamos en el 73, ya se venía la dictadura y él se fue del país.

Mi hija se casó en Uruguay, mi yerno es de familia húngara. Nuevas costumbres a conocer. Se fueron a vivir a un Kibutz en Israel, allí tienen dos hijos, mi nieta de 23 y mi nieto de 18. Pese a la distancia, el vínculo es muy fuerte y el español la base para entendernos.

Mi hijo es músico, fagotista, vivió y estudió en Brasil, Israel y EEUU. Tiene un hijo de 12 años que vive con su mamá en Nueva York y otro pequeño de 6 años en Montevideo.

Viajamos por este mundo para reencontrarnos una y otra vez, migrantes en las transculturaciones del mundo globalizado de hoy, construyendo y reconstruyendo los valores y experiencias, extrañándonos y manteniendo pese a todo la unión familiar desde los afectos y los tiempos compartidos.

Esta muestra es un testimonio, un homenaje y un compromiso con las historias vividas y las por vivir.

                                                                          Susana Goldstein.
                                                                  Montevideo, Marzo 2018.